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Dos estilos diferentes

Barack Obama bebe cerveza, Mitt Romney es abstemio. Obama besa apasionadamente a su esposa en público, Romney le coge la mano, preferiblemente. Obama ha roto con su pastor, Romney es un fiel mormón. Obama tiene pasión por las hamburguesas, Romney se cuida. Obama es noctámbulo, Romney riguroso con el horario. Les une la ambición de ser presidentes, les separa casi todo lo demás. Sus estilos de vida reflejan algo más que personalidades. Son su tarjeta de presentación y hablan de su visión del mundo y de las cosas. Obama es un libro abierto ilustrado, Romney un libro por descubrir casi sin imágenes… y que sorprende, no siempre positivamente.

En febrero de este año, en una entrevista en Michigan, Romney —siendo todavía precandidato— afirmó que era el más preparado para derrotar al Presidente y que le llenaba de orgullo pasearse por ese Estado y ver coches «norteamericanos». Romney pretendía apoyar a la industria nacional y, sin embargo, le salió el tiro por la culata con la polémica que suscitó su declaración sobre la cantidad de vehículos que posee: «Amo este país, amo este Estado. ¡Sienta tan bien estar en Michigan! Me gusta ver la cantidad de coches que hay fabricados en Detroit. Yo tengo un Mustang y un camión Chevy. Ann conduce un par de Cadillacs…».

Obama también tiene debilidades, más mundanas. La noticia sobre sus problemas de aliento (o que «ronca y huele mal cuando se levanta», como afirmó sin rubor Michelle Obama) despierta tanta curiosidad y morbo como que su reloj sea un Jorg Gray JGC6500, fabricado en China por Citizen, con un mecanismo especial que lo convierte en uno de los relojes más exactos, a pesar de su sencillez y practicidad. Obama cultiva su cuerpo (se levanta a las 7 de la mañana para ir al gimnasio), y casi lo exhibe: ya sea en la playa de Hawái o en sus famosos partidillos de baloncesto. Romney prefiere las motos acuáticas.

Al final la contienda se define por qué candidato gusta más, y cuál cae mejor. La identificación con el candidato que refleja mejor el estilo de vida norteamericano será un factor decisivo del nivel de simpatía o rechazo que despierten entre los ciudadanos indecisos (un tercio de los electores) que buscan afinidades sociales, culturales y estéticas, más allá de las identificaciones ideológicas. Son los nuevos lazos intangibles: afinidad y emocionalidad.

¿Quién es el auténtico Romney? ¿El de los cuatro coches, innumerables cuentas en el exterior, que esconde sus impuestos y muchísimo dinero, o sigue siendo aquel joven de 21 años que realizó su trabajo de misionero, consiguiendo que 200 personas se convirtieran al mormonismo en un solo año? Mientras Romney predicaba, Obama defendía, como activista voluntario en los suburbios de Chicago, los derechos civiles de los negros y de los más necesitados. Dos creencias, dos fes. Dos estilos.

Si bien es cierto que esta campaña es una de las más bipartidistas que se haya visto —alimentada con una retórica extremadamente fuerte y negativa— también lo es la manera en que las distintas campañas intentan motivar a sus bases aprovechando el contraste entre ambos candidatos. Tanto demócratas como republicanos han invertido todos sus esfuerzos por demostrar que su candidato no es como el otro. O que no es lo que parece. Para los republicanos, Obama es el Presidente de las celebridades, que está más ocupado en que sus amigos de Hollywood le ayuden a recaudar fondos para su campaña que en ayudar a los ciudadanos; y, para los demócratas, Romney es un millonario elitista que no tiene en cuenta las necesidades que están afectando más a la población.

Dos historias personales, dos guiones, dos películas, pero solo un Presidente. Si la elección se centra en los estilos de vida, probablemente ganará Obama. Si lo hace en los programas económicos o en los resultados del mandato, puede ser que pierda.

Publicado en: El Periódico de Catalunya (24.08.2012)(blog Born in the USA)(versión .PDF)

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The competitor in Chief. The New York Times (02.09.2012)

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